No había nada como mirarte y reflejarme en tus ojos, andar a pasitos pequeños dada de tu mano, ir por delante de ti girarme y volver corriendo a donde tú estabas para darte un beso. Nada tan gratificante como meterme en la cama y dormirme hablando contigo, y despertarme y prepararme para mandarte un mensaje de buenos días para despertarte. No había nada que me gustara más que decirte que te quería, o hablar contigo de sentimientos. Que me convencieras que lo nuestro era grande, que había que luchar en todo momento. No había nada como arroparme con tu ropa, apoyarme en tu hombro y olerte para luego echarte de menos a ti, tus abrazos y tu olor. Nada como la sensación de felicidad efímera, esas ganas de querer disfrutarla. El vértigo de tus palabras, la fuerza de tus miradas, el equilibrio de mis sentimientos con los tuyos. La fugacidad de tus besos, la sensación de tiempo inexistente cuando tus ojos me traspasaban. Qué felices, qué caras más tristes...
A duras penas tengo hoy fuerzas de mirarte, pero me muerden las ganas de atraparte. El fuego helado de tu mirar, me templa. La serenidad de mis actos, pierden tranquilidad, se aceleran y las palabras se traban en mi cabeza sin sentido, sin orden, sin nada de nada... ¿Raro verdad? Pero te sigo echando de menos aún sabiendo que te tengo, sigo teniendo ganas de abrazarte, pero no te conozco cuando dices " qué felices, qué caras más tristes"...
No hay comentarios:
Publicar un comentario